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Mostrando entradas de mayo 1, 2008

El Petardo

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En aquellos años, las “mascletás” no eran como ahora. Cada falla ponía una tira de traca por la calle, de un extremo al otro y enganchada de los balcones y las puertas y de este modo, al encenderla por uno de los lados, la traca recorría toda la calle llenando de ruido, humo y alegría la calle y las fachadas de las fincas de manchones negros donde había explotado el petardo. Los niños solo podíamos permitirnos unas pequeñas bombitas que costaban “un chavo” (10 céntimos de pesetas) y que hacían el mismo ruido que el dejar caer una piedra mediana. También teníamos los “mixtos” de traca y las “piedras” de traca. Los “mixtos” eran como pequeñas gotas pegadas en un papel que cortábamos y al frotar el “mixto” en una superficie áspera empezaba a estallar hasta que se había consumido. Tirándolo al suelo, con cada pequeño estallido iba saltando y recorriendo la calle. La piedra era diferente, se tiraba al suelo haciéndola rodas y mientras se alejaba iba estallando en pequeñas explosiones. La pi...

El Monstruo

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Por aquellas fechas, el lugar normal de juegos era la calle. ¡Cuánto juego nos ha dado una miserable trampilla con la llave de paso del agua de la finca!... desde nuestros tesoros hasta lagartijas disecadas. Pero yo tenía la ventaja de que mi novia Mari Carmen tenía un corral y en el jugábamos mucho mejor que en la calle. Desde el veíamos las galerías de la finca y podíamos aprovechar para hacerle burla a Vicente, un chico (mayor que nosotros) , que vivía en la primera puerta... ¡Vicente, culo caliente, la botifarra y el aguardiente!. Y Vicente hacía como que se enfadaba y nos amenazaba con bajar a pegarnos una paliza que nunca se hizo realidad. Aquella tarde estábamos aburridos, ya habíamos jugado a todo e inclusive, Mari Carmen me había dejado pintar algunas de las cartulinas que le compraba su madre. Como no teníamos pinceles, masticábamos un palillo y luego pasábamos la parte masticada y húmeda por la cartulina y “milagrosamente” iban apareciendo los colores. Ante la falta de otra ...