miércoles, 13 de agosto de 2008

Una broma olorosa


Mi padre y mi tío Manolo eran jovencitos.

Con una casa tan pequeña como la nuestra de la calle de Jesús, era imposible tener a cada hijo en una habitación. En aquella época eran en la casa 6 personas; mi abuelo Paco, mi abuelastra Paca, mi padre Paco, mi tía (¿a que no adivináis el nombre?, pues si) Paquita, mi tío Manolo y mi tío Pepe. Mucha gente para un piso que no llegaba a los 60 m.

Así que lógicamente tenían que compartir cama.

Mi padre, que debía de tener algo de cachondo y bastante de marrano, estaba en la cama con mi tío Manolo. ¡Y se entretenía en escupir hacia el techo!, con lo que al cumplirse la máxima de que todo lo que sube ha de bajar, una vez si y otra también le caían los salivazos a mi tío Manolo.

- ¡Xe Paco, no sigues marrano!, ¿Es que no veus que me cau d'amunt?. - ¡Che Paco, no seas cerdo!, ¿Es que no ves que me cae encima?.

Y mi padre continuaba con su tarea sin hacer caso de su hermano.

Ya cansado, mi tío se tapó del todo y ya escondido entre las sábanas le dijo.

¡Ale, ja pots fer el marrano tot el que vullges!. - ¡Ale, ya puedes hacer el marrano todo lo que quieras!.

Y mi padre lo hizo en la forma de un sonoro y oloroso cuesco que hizo salir de entre las sábanas a mi tío rápidamente y que le dio un colorcillo en la cara como verdoso que yo creo que todavía le continua.

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