miércoles, 13 de agosto de 2008

La zarzaparrilla


Hace algunos años la Coca Cola y similares, o no estaban introducidos o no tenían la difusión que tenemos actualmente.

Naturalmente también teníamos nuestras bebidas y entre ellas destacaba, sin lugar a dudas la gaseosa, que siempre hemos llamado limonada. Destacaban "El Siglo", "La Flor de Valencia", "La Casera", "La Pitusa", etc... y en la calle de Sagunto se encontraban los laboratorios del Doctor Trigo que era el que hacía el refresco del Trinaranjus y la Orangina que ha desaparecido.

Otro refresco muy popular era el sifón, con su clásico capuchón que apretándolo salía el chorrito y que en las fiestas siempre había algún gracioso que lo empleaba para mojar a la concurrencia.

Pero a mi, lo que me gustaba mucho era la zarzaparrilla. Lamentablemente, mi madre no la compraba nunca y solamente la tomaba cuando, de vez en cuando, me pasaba un día con mi tía Amparín.

Si en el diccionario se buscara una foto para definir lo que es una persona buena, no tengo ninguna duda de que la fotografía sería la de mi tía Amparín.

Mi tía vivía en un bajo húmedo cerca de la calle de Ruzafa. Es mejor no extenderse en los problemas que tenía que fueron muchos y muy variados, hasta el final que murió muy joven de un cáncer, pero ella siempre estaba contenta. Desprendía paz y tranquilidad y las pocas veces que fui a pasar el día con ella, mi tío, mi prima y la madastra de mi madre los recuerdo con mucho cariño. Todos sin excepción se desvivían por hacerme la estancia agradable y algo muy importante; comíamos con zarzaparrilla.

Por la tarde, normalmente le pondría a mi prima Maria Amparo una película en un proyector que tenía. Las películas eran de papel y el movimiento se conseguía porque la proyección cambiaba de la imagen dibujada en la parte de arriba del papel a la dibujada abajo. Naturalmente solo se proyectaban dos imágenes en cada viñeta y el papel se iba enrollando con lo que era una especie de tebeo con unos personajes que todos los movimientos los hacían a golpes.

- LA URRACA LADRONA ROBÓ UNA HEBILLA...

Y se veía a la urraca con una hebilla en el pico aleteando, arriba y abajo, arriba y abajo.

Las tres o cuatro películas que tenía mi prima las habremos pasado miles de veces.

Ahora tenemos DVD, MP3, televisión digital, cámaras extraordinarias que graban muchas horas en un disco minúsculo, pero no las puedo ver con mi tía y su maravillosa familia, con los que me gustaría volver a estar... aunque no me pusieran zarzaparrilla.

Cuando volvía a mi calle y a mi casa, estaba contentísimo (ahora tendría que decir supercontento), había pasado un día estupendo y tenía muchas ganas de contárselo a mi madre. Pero cuando ya le había explicado todas las cosas que habían hecho por mi y lo bien que me habían tratado, mi madre decía algunas palabritas que recuerdo con verdadero pesar...

- ¡Que tonto eres Paquito!, ¿Que no sabes que quien bien te quiere te hace llorar?.

Y yo me quedaba sin saber que contestar e intentando comprender porqué mi tía, si de verdad me quisiera, tendría que haberme hecho llorar. Y como se que me estás viendo mamá, te digo ...

- En esto no tenías razón. Quien bien te quiere no te dará todos los caprichos y te enseñará a afrontar la vida con sus problemas, cosa que tu hiciste muy bien , pero no te hará llorar, te hará reir y procurará, aun sin tener una peseta, hacerte la vida lo mas agradable y feliz posible. Por esto, mamá, queriéndote mucho como te quiero, permíteme que también quiera mucho a la tía Amparín y a su familia y les de las gracias por los momentos de felicidad que me dieron. Lo hicieron porque me querían.

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