lunes, 9 de junio de 2008

Vamos a la playa

De siempre, nuestras playas han sido maravillosas. La gran diferencia es que hace unos años podías ir, broncearte, bañarte, entrar en “Las arenas”, comer, ir a la piscina, las mujeres entrar en el sector nudista y por las tardes ver una película en el cine al aire libre, por mucho menos de lo que ahora cuesta un café.

Y esto mismo puede decirse del Postiguet, o cualquiera de las playas de nuestra comunidad.

Pero para los niños y para mi en particular, el ir a la playa llevaba casi con seguridad (todo dependía de la cartera de mi madre), dos cosas que me entusiasmaban.

Mientras los niños estábamos con nuestros cubitos y palitas haciendo castillos de arena, a lo lejos se oía una cantinela que nos hacía la boca agua.

¡Papeeeeeeero papas!. ¡A las ricas paaaaaaaaaaapas!. ¡Papeeeeeeeeeeeeeeeero papas!. (Las papas en Valencia son las patatas fritas o chips).

Y llegaba el papero con una bandeja de mimbre toda llena de bolsas de papel de colores, azules, rosas, verdes, etc.. y rezumando aceite como promesa de las deliciosas papas recién hechas, fritas con aceite de nuestros pueblos del interior.

Entonces empezaba el acoso y derribo de la cartera de mi madre o mis hermanas.

- Teta, cómprame una bolsa de papas.

Y fuera mi madre o mis hermanas, fingían un poco quejándose de que no teníamos dinero (cosa que por otra lado, era verdad) y me compraban las papas.

Pero, naturalmente, la cosa no quedaba aquí.

Cuando ya regresábamos a casa, con nuestras gafas de sol y sombrero de paja, otro peligro se veía en el horizonte.

¡El carrito de los helados!.

Nueva cantinela, nuevas quejas y nuevamente rascarse el bolsillo para complacer a Paquito.

¿Y quien no recuerda aquellos helados deliciosos?. Uno de los mejores era el helado de “corte”. Se llamaba así porque el heladero, sacaba de su carrito una barra de helado, ponía una galleta en uno de los lados y dependiendo de lo que te quisieras gastar, cortaba mayor o menor porción de helado, ponía otra galleta en el lado recién cortado y te daba tu helado. MMMMMMMMMMMMMMM.

Los helados era una señal infalible del poder adquisitivo de las familias. Había niños que no podían abrir la boca lo suficiente para morder el helado y tenían que ir pasando la lengua por los lados y otros, como yo, que hacía más bulto las galletas que el helado.

Actualmente sigo enamorado de unas buenas papas, pero por mas que busco no consigo encontrar en ninguna playa a aquellos hombres que con su cesta de mimbre llena de bolsas pringosas, nos ofrecían unas patatas deliciosas al grito de...
-¡Papeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeroooo papas!.

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