miércoles, 30 de abril de 2008

Los Siux


- Nosotros tenemos una banda.
- ¡Va, no me lo creo!.
- Si, yo soy el jefe y somos una banda de Siux, si no te lo crees una noche iremos a hacerte una visita cuando estéis cenando en la calle.
- ¡Vale!.

Y se alejan los dos niños haciendo como que galopan en un caballo invisible mientras se fustigan el culo para hacerse correr mas.

A mi, la verdad, el que tuvieran una banda de Siux o no, nLos o me importaba gran cosa, pero el que hubiera unos niños que vinieran por mi pedazo de calle Jesús, no dejaba de hacerme ilusión.

Era verano y en la pequeña isla que era mi finca en la calle, los vecinos éramos una familia y nos juntábamos para cenar cada uno con su bocadillo y su botella de agua o gaseosa. Cena de sobaquillo. Actualmente, prácticamente se ha perdido a nivel de finca, pero todavía continua en los “casals” de las Fallas.

Cuando caía la tarde y el sol desaparecía, un viento fresco y suave, cargado de mil aromas de la huerta, llegaba a nuestra finca y poco a poco, los vecinos sacaban sus sillas e iban formando un corro donde se contaban anécdotas, chistes descafeinados o también se pelaba a alguna vecina que no se encontraba en ese momento con nosotros.

El Tio David, de la tienda de comestibles, su hija Presen, la señora Carmen la carnicera, Estanislao su marido, la señora Felipa... y por supuesto mis hermanas, mi madre y yo.

No me he olvidado de mi novia Mari Carmen y su hermana Isabelín bastante mas pequeña que nosotros. Juntos jugábamos y nos contábamos mil historias, de lo que seriamos de mayores o del último cuento que yo había leido.

Todos estaban muy enfrascados en su conversaciones, en el bocadillo de longanizas o en darle un tiento a la bota.

Pero, poco a poco y visibles hasta para el mas tonto de los exploradores iban llegando una serie de pequeños indios que se escondían a los lados de mi finca (Mi finca sobresale de las otras de la calle). Yo, para no quitarles la ilusión de sorprenderme hacía como que no los veía a pesar de que Mari Carmen ya me había preguntado por la extraña pandilla de seis o siete chiquillos con la cara rayada con algún tizón que parecían esconderse de nosotros.

De pronto, silbando, apareció el jefe de los indios que se acercó a mi como quien no quiere la cosa...
- ¡Que!, ¿Quieres ver como es verdad que tengo una banda de indios...?.
- Si, a verla...
Y el jefe hace una señal con la mano. En respuesta a esta, sale toda la tribu chillando con genuinos gritos de guerra no se si Navajos, Siux o Cherokis. Y no llovieron flechas, pero salieron por el aire los bocadillos y botellas de gaseosa al llevarse los blancos desprevenidos el susto de su vida.

Ya no jugamos a los indios, ni nos reunimos para cenar en el patio de mi casa toda la parte buena ha desaparecido pero la vida nos hace que sigamos haciendo el indio para poder sobrevivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios