domingo, 20 de abril de 2008

El cine Ribalta


El cine Ribalta, el querido cine de barrio. Cuantas veces hemos visto al bueno matar al malo, cuantas veces los espadachines han cruzado sus espadas en su salón que olía a tortilla y humanidad.

Ahora los niños tienen las Wii y juegos en tres dimensiones pero... todo esto ya estaba inventado y nosotros lo teníamos en el Ribaltilla. Cuando los caballos trotaban por la pradera, todo el cine trotaba, los niños saltábamos en nuestros asientos al paso del caballo y cuando el monstruo movía sus palpos viscosos, nosotros los notábamos deslizarse por debajo de nuestros asientos. Pero, no preocuparse, nunca pasaba nada porque estábamos con mamá y nunca podría pasarnos nada estando cerca de su aura protectora.

Por las noches, en el Ribalta se juntaban los mil olores de las cenas que, a falta de televisión, la gente se llevaba al cine.

Podías ver a Burt Lancaster en medio de la selva y entre los chillidos de los monos y los rugidos de los leones, oías él agudo sorber de la salsa de los caracoles. Y todos comíamos un poco de los caracoles, la tortilla o las habas que llevaban nuestros vecinos de asiento. Reíamos con los mismos chistes y llorábamos a la vez con la pobre huerfanita desamparada.

Era un cine en el que siempre ganaba el bueno y el malo tenía su castigo, unas películas que nos enseñaban a ser mejores y tocaban la fibra sensible haciéndonos mas personas.

Que cantidad de historias llevábamos en la cabeza cuando se encendían las luces, empezábamos a salir y oías el golpeteo de los asientos al ser plegados por los acomodadores, y ya en la salida todas las madres nos ponían el abrigo y una bufanda para que sus Paquitos no se resfriaran y emprendíamos el camino a casa que se encontraba muy cerca del cine, pero a mi, me parecía que estaba lejos, muy lejos y quizás, por el camino, nos encontráramos con el monstruo o al pasar por el mercadito de Jesús pudiéramos oír los gritos de guerra de los cheyenes.

Con el tiempo, el Ribalta lo transformaron en discoteca primero y después sé cerro definitivamente porque ya no había vecinos que se quisieran llevar el bocata de tortilla con habas, ahora se compran "palomitas de maíz" y ya no se llaman "rosas", no se escucha el sorber del caldo de los caracoles, pero de vez en cuando le suena el móvil a algún despistado. Y cuando salimos nos miramos con desconfianza porque no nos conocemos

El Ribalta no era un cine, era un sembrador de ideas, un lugar donde nuestras mentes se abrían al mundo, por él sabíamos como era China, o África o el lejano Estados Unidos que nos parecía lo más grande en modernidad y conocimientos.

Ahora tenemos una televisión que nos atonta con un mundo irreal y nos dice como hemos de pensar, actuar e inclusive nos pone en las películas cuando nos tenemos que reír... lo siento, no contéis conmigo, yo prefiero el Ribaltilla, con sus caracoles y tortillas, con sus estornudos y algún que otro eructo, pero humano. La única pena es que no solo ya no está mi cine sino que tampoco podría ir cogido de la mano de mi mamá.

2 comentarios:

  1. Hola me llamo juan : he leido todos los comentarios y me gustaria saber si nos autorizaria a publicar algunas de sus narraciones sobre el barrio de jesus en el llibret de mi falla.
    Atentamente.
    Juan

    mi correo es otinauj3@gmail.com

    ResponderEliminar
  2. Estimado y desconocido vecino, yo nací a 50 metros del cine Ribalta, después de muchos años hoy he pasado por el barrio y casi no lo reconozco. Difícilmente se pueden describir como tu lo has hecho las sensaciones que sentimos al recordar esa época de nuestra niñez. Enhorabuena.

    ResponderEliminar

Comentarios